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Sugerencias para la liturgia del Domingo del Sacerdocio

 Domingo en tiempo ordinario

Introducción a la Liturgia del Día

Los feligreses y líderes laicos pueden entre otras cosas celebrar una Misa como una manera de observar este día especial. El comité litúrgico de la parroquia puede hacer mención del “Domingo del Sacerdocio” en la introducción a la liturgia de ese día. Como por ejemplo:

Para poder ser siervos de Dios, somos llamados a ser humildes como Jesús mismo fue humilde. En este Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario, la iglesia de Estados Unidos observa el “Domingo del Sacerdocio”. A través de la lente del misterio pascual – que es propiamente la vida, muerte y resurrección de Cristo y el subsecuente regalo del Espíritu Santo, quien nos une a Dios mismo – todos los bautizados estamos llamados a la misión. Los siervos fieles de la Iglesia, ya sean ordenados o laicos, reconocen que la vida es una jornada. Todos somos humanos y es por esto que buscamos la gracia de Dios para que moldee nuestros corazones a la imagen del Amor Divino. Esto no lo logramos solos. Pertenecemos a una comunidad llamada la Iglesia. Esta comunidad establecida es atendida por sacerdotes quienes nos guían en el servicio y la espiritualidad. Hoy particularmente, oramos para que el Espíritu Santo continúe inspirando la misión de Cristo y que fortalezca el servicio humilde que prestan nuestros sacerdotes.


Reflexión

Las lecturas del Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario son muy ricas interpretadas a través de la lente de la honestidad y humildad. El evangelio de San Lucas nos exhorta en contra de dejarnos seducir por la gloria de aquellas cosas que nos impiden ejercer un apostolado autentico: títulos, puestos de honor, no ayudar a los necesitados, etcétera. Cristo nos desafía a todos en nuestra interpretación de lo que entendemos por apostolado, o sea, lo que verdaderamente significa ser Católico Cristiano, cuando dice: “Pues, bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado, y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido. (Lc. 18:14). Por lo tanto el discipulado se trata de la humildad o el ser humildes. Las palabras humilde y humildad vienen de la palabra latina ‘humus’ – tierra o polvo. Tomemos la imagen de un gusano. El gusano está cerca de la tierra, por lo tanto cubierto de tierra y respira polvo. Ser humilde es reconocer que la vida es desorganizada, especialmente la vida espiritual. Como ya sabemos, la vida es una jornada que consiste en dejar que Dios obre dentro y a través de nosotros por el poder del Espíritu Santo. El Espíritu nos ofrece la posibilidad de crecer a la imagen y semejanza de Cristo. La primera lectura es una reflexión sobre el llamado del evangelio a la autenticidad y la opción fundamental de Dios por el pobre. El Papa Francisco nos recuerda continuamente la virtud de la humildad y del servicio al pobre. Igualmente, el salmista suplica, “Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha”. Hemos sido llamados a servir a Dios y unos a otros. Dios está trabajando a través de los pobres de Dios para que Dios pueda continuar manifestándose en nuestras vidas. O como nos recuerda el autor del libro del Eclesiástico, “la oración del humilde atraviesa las nubes, y mientras él no obtiene lo que pide, permanece sin descanso y no desiste, hasta que el Altísimo le atiende, y el juez justo le hace justicia.” Nuestras vidas deberían reflejar este ardiente servicio por los más vulnerables.

Dentro de la iglesia, hemos ordenado sacerdotes para que nos ayuden a discernir el llamado que nos hace Cristo en nuestras vidas. La mayoría de nuestros sacerdotes entregan mucho de sí mismos asistiéndonos a mantenernos en los caminos verdaderos de fe profunda y amor a Dios y al prójimo. Sin ellos, la mayoría de nosotros estaríamos perdidos y no siempre practicaríamos nuestras creencias. Muchos de estos sacerdotes excepcionales, viven verdaderamente lo que el evangelio nos ha llamado a todos a vivir: a ser discípulos humildes al servicio de los necesitados, ya sean necesidades espirituales o económicas. Mediante el ejemplo de sus vidas y una profunda fe dan testimonio del amor generoso y abundante de Dios.

Ya sea que seamos laicos o religiosos ordenados, para que nuestros corazones puedan crecer en el amor a Dios, debemos hacernos humildes para poder ver el camino que Dios tiene planeado para cada uno de nosotros. La jornada de la fe es un camino de aceptación del amor bondadoso y generoso de Dios dentro de nuestros corazones para poder compartir la fe, esperanza y amor de Dios unos con otros. Por supuesto que esto lo hacemos siguiendo el mandato de Cristo de ser humildes y servir a los demás.

 

[Se recomienda que la predicación sea en relación a cualquiera de las lecturas de las escrituras o de los textos litúrgicos correspondientes a este domingo en particular y si se desea intercalar la reflexión a continuación].

Aunque todos hemos sido llamados a vivir nuestra alianza bautismal, hay algunos hombres que han sido llamados al ministerio sacerdotal. Estos hombres satisfacen las necesidades de la Iglesia –el Cuerpo de Cristo. En muchas de nuestras comunidades, a pesar de su reducción en número y del crecimiento de las comunidades parroquiales, los sacerdotes se esmeran ofreciendo su tiempo y talentos guiando al pueblo, no hacia ellos, sino al Dios de Jesucristo.

Como lo parafraseó Jeremías, ellos “consuelan [a los fieles] y los guían”. La fuente de los dones para los sacerdotes consagrados, proviene de Dios y para el bien de toda la comunidad. Los sacerdotes le preguntan a Dios, “¿Qué quieres que haga por ti?”. ¿Qué es lo que el Dios de Jesucristo quiere que hagamos?”.

Hay una anécdota sobre el Papa Beato Juan XXIII, se dice que siempre pedía mientras oraba, “¿Espíritu Santo, qué es lo quieres que haga?” Todos estos sacerdotes y el Papa Beato Juan XXIII nos recuerdan, que nuestra misión es la de siempre cumplir la voluntad de Dios en el mundo y que la iglesia es la luz, el faro de esa misión. Pero no solamente los sacerdotes al igual que el Beato Juan, piden que los guíen, también nosotros deseamos seguir los caminos del Espíritu, para que nuestra fe no solamente se fortalezca, sino para que también cumplamos la misión de Dios fielmente.

En conclusión, los sacerdotes ministeriales ponderan y facultan a todos los bautizados, a pesar de sus debilidades y condición humana, a profundizar en la fe, crecer en la esperanza y a compartir los regalos del amor de Cristo con todos los seres humanos para que experimentemos la gloria de Dios repetidamente.

[Después del Credo siguen las intercesiones generales. Después de las intercesiones, se proclama la oración para pedir la bendición, ya sea toda la asamblea litúrgica o por el presidente del consejo pastoral.]


Intercesiones Generales (opcionales)

Introducción:

Confiando en nuestro Padre eterno, presentémosle nuestras plegarias:

Habiendo escuchado la proclamación de las obras salvíficas de Dios entre nosotros, presentemos ahora nuestras necesidades ante el Dios de la alegría y la esperanza.

Por la santa iglesia de Dios:
Para que nuestro papa, obispos y sacerdotes continúen trabajando con humildad, justicia y servicio fiel.
Oremos al Señor.

Por las naciones y sus gobiernos:
Para que escuchen el llamado a trabajar por la justicia, paz y equidad entre naciones y por los pueblos a los que sirven.
Oremos al Señor.

Por los que han sufrido abuso:
Para que aquellos que han sufrido abuso, encuentren fortaleza, esperanza y paz.
Oremos al Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas:
Para que tanto los hombres como las mujeres respondan al llamado de Cristo para servir en el sacerdocio, diaconado o vida religiosa.
Oremos al Señor.

Por todos aquellos que sufren enfermedad, hambre o soledad:
Para que encuentren en nuestras comunidades apoyo constante y bondad generosa.
Oremos al Señor

Por aquellos que sufren de incertidumbre, miedo o ansiedad:
Para que la paz del Cristo los abrace y los guíe a su luz consoladora.
Oremos al Señor.

Por todos los aquí reunidos en este santo lugar:
Para que Dios continúe respondiendo al llamado de Cristo de ayudar al pobre y afligido.
Oremos al Señor.

Dios generoso y bueno, escucha las oraciones de tu pueblo.
En tu infinito amor, inspira a nuestros sacerdotes a servirte en completa fidelidad.
Escucha las oraciones de quienes creen en ti.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén*

[*Si se usa la oración de la bendición, la oración anterior se omite y se usa la siguiente bendición:
Se invita a toda la asamblea a que extienda ambas manos sobre el sacerdote.]

Bendición para el Sacerdote(s) de la Parroquia

Un miembro del consejo pastoral o de otra organización parroquial de liderazgo, o un diácono puede hacer una invitación a los miembros de la asamblea a que se unan a una bendición por el sacerdote(s) de la parroquia. Esta bendición puede tener lugar después de la oración después de la comunión. Esta bendición es una opción alternativa a la bendición después de las Intercesiones Generales.

Los ministerios de la Iglesia son muchos y variados, pero Dios nos muestra su bondad al enviarnos sacerdotes para cuidar del pueblo de Dios. Hoy, le pedimos a Dios que bendiga al Padre ____________________ (nombre del sacerdote a quien se le dirige la bendición). Quien fielmente, construye el cuerpo de Cristo.

*Si se hace la bendición para los sacerdotes, la oración anterior se omite y se usa la siguiente bendición:

Se invita a toda la asamblea a que extienda ambas manos sobre el sacerdote.

En tu amorosa compasión, Dios bueno y generoso, nos enviaste a tu Hijo para que fuera nuestro pastor y guía. Padre ____________________ (nombre del sacerdote a quien se dirige la bendición) continúa el ministerio de Cristo de trabajar en el viñedo sosteniendo y guiando a tu pueblo santo. Bendice al Padre ____________________ (nombre del sacerdote a quien se dirige la bendición). Permite que tu Espíritu lo sostenga siempre en su servicio a los files de esta parroquia. Te lo pedimos por medio de Cristo nuestro Señor. Amén.

[La bendición anterior es una adaptación de la “Bendición por Aquellos que Ejercen el Servicio Pastoral.” Tomado del Libro de Bendiciones (Washington, D.C.: ICEL, 1987), Pág. 689.]

Oración Final:

Tú que nos concedes todo lo que es bueno
Dios de abundante misericordia y bondad.
Escucha la oración de tu pueblo,
Y llévanos a una unión más cercana con tu Hijo,
Jesucristo, nuestra promesa de esperanza,
En cuyo nombre ofrecemos esta oración,
Él que es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén

Oración Para La Afirmación Y Fortalecimiento En La Santidad De Los Sacerdotes:

Esta composición es un arreglo de frases tomadas de la antigua liturgia del rito de la ordenación sacerdotal, (véase cf. Bradshaw, Ritos de Ordenación de las Iglesias Antiguas del Oriente y Occidente) que enfatizan el llamado a la santidad (integridad y pureza). Las Ordenaciones siempre comienzan con el Rito de Elección. La proclamación con la cual comienza esta plegaria se encontraba al final de este rito e invitaba a los fieles a afirmar el llamado por medio de la oración, pidiendo que la persona, en conformidad con su llamado, fuese fortalecida en la santidad, reconociendo que ambos, el llamado y la santidad provienen de Dios.

Gracia Divina, quien siempre sana aquello que está enfermo y provee aquello que escasea, ha llamado a nuestros amados hermanos a un ministerio sagrado. Oremos para que sean confirmados y fortalecidos con la gracia del Espíritu Santo.

Llénalos de gracia y confórtalos, para que te amen con todo el corazón, toda la mente y toda su fuerza. Concédeles una conducta irreprochable, una fe firme y buenas obras para que puedan ayudar y guiar a tu pueblo con generoso entusiasmo.

Concédeles sabiduría, permite que sus mentes sean prudentes y vigilantes, para que puedan llenarse de obras de sanación y palabras de enseñanza. Permíteles ser ejemplo de mansedumbre para tu pueblo y que te sirvan con santidad, con una sola mente y un alma dispuesta.

Permíteles ser la luz de tu Hijo unigénito, para que la palabra de tu evangelio sea propagada y tu nombre sea glorificado en cada creatura.

Permíteles servir en tu santo altar con un corazón puro y una conciencia limpia. Concédeles prosperar en todos tus mandamientos y en guardar tus leyes, para que sean capaces de servir en su ministerio con gozo el día de tu venida.

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